
"Hola a todos,
Hoy os voy a contar una historia, no de esas donde se ensalzan las actuaciones de este o de aquel coche, o lo que ha hecho tal campeón, sino de duendes, de duendes que habitan en los coches de radio control. ¿Qué no os lo creéis? Al final veremos…
Todo empezó hace un mes y medio aprovechando que mi hijo accedió a venir conmigo al circuito, después de un largo periodo que no acudía. Pensé ya que viene déjame coger la cámara de fotos y le hago alguna foto al coche mientras lo conduce él, que como no puede ser de otro modo, por amor de padre, lo hace mucho mejor que yo. Me gustan los barridos, los barridos donde se vea el fondo y el asfalto difuminado por el movimiento de la cámara al seguir el coche, y las llantas, si son de radios, no se ven o se vislumbra una mancha difusa que indica su presencia. Dan una gran sensación de velocidad y con las condiciones adecuadas de iluminación son impresionantes.
Todo estaba preparado: piloto, coche y cámara con el zoom corto el 18-200mm, se me olvidó coger el 200-500mm, la falta de práctica después de tan prolongado tiempo sin usar. Empiezo a hacer fotos, clic aquí, clic allá. Repetir foto en el paso por esta curva que parece que el sol incide adecuadamente en ella. Vuelve a hacerlo por si la foto no ha quedado bien. Foto aquí, otra, otra, más y más con alguna que otra ráfaga también para probar suerte y a ver si sale esa foto magnífica. Así hasta un centenar de fotos. Es lo que tiene la era digital: apretar el gatillo no cuesta dinero..."
Continuar el relato: el duende de mi coche
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